Mi abuela, ¿era una abuela que pensaba diferente a sus coetáneas? ¿Era, como se dice, una mujer “de avanzada”? Si estuviera viva en estos tiempos, ¿sería condenada como "abuela terrorista" por pensar y actuar de manera diferente? Frente a exabruptos politiqueros como el de "abuela terrorista" es absolutamente necesario reflexionar sobre nuestras abuelas y su rol en la sociedad peruana.

El rol fundamental de las abuelas en el Perú

Por Elsa Fung

Cuando recibí la invitación a escribir una nota comentando lo que me suscitaba la expresión “abuela terrorista”, dicha por una candidata, pensé que era un exabrupto politiquero como muchos de los que estamos escuchando en las últimas campañas electorales, y no debía darle importancia, porque eran simples palabras fuera de tono.

Pero una segunda inmediata reacción la tuve cuando reparé en que no se trata de una frase suelta, sino orquestada como forma de atacar a personas o agrupaciones, más aún cuando el término “terruco” tiene una connotación particularmente negativa a partir de las vivencias de la guerra interna en el país. Recordé también que la expresión tiene un correlato con el calificativo “subversivo”, usado desde mucho antes con la misma intencionalidad, en circunstancias diferentes, para acusar a personas e instituciones probadamente inocentes y neutralizar sus acciones.

Pongo el caso concreto que desactivó una propuesta positiva de Reforma Educativa Integral, ejecutada en la década de los años sesenta, en el marco de un proyecto de desarrollo agrario estatal en Piura en lo que es hoy el Valle de San Lorenzo; era una actividad reconocida oficialmente que luego de nueve años de trabajo ininterrumpido fue desactivada por un funcionario de turno, cuya supina ignorancia no le permitió entender la importancia de un programa de educación ad hoc para lograr el éxito del Proyecto. Sin mediar explicación alguna se canceló personal, desaparecieron los archivos, desorientando a cien docentes y a padres de familia. Los reclamos y las quejas no tuvieron eco. Como suele suceder, quedó en nada. El Perú perdió. Dicha experiencia hubiera contribuido a mejorar la educación que hace cincuenta años atrás estaba en crisis, ahí se usó el adjetivo “subversivo”.

Por ello, con conocimiento de causa y considerando que hoy en pleno siglo XXI no sólo prevalecen, sino que se agudizan las malas intenciones, las mentiras, acompañada de una corrupción que nos corroe; debemos conocer y analizar cuántos atropellos como el que he descrito han sucedido y no permitir que, de manera anodina y subrepticia, estas expresiones confundan a la población y atenten contra verdaderas acciones de desarrollo humano sostenible en nuestra Nación. Otro término a cuyo uso hay que ponerle atención es el de “radical”.

Y como las abuelas han entrado a la danza, es absolutamente necesario precisar el significativo rol que han cumplido y cumplen nuestras abuelas en la sociedad peruana, valorar sus dimensiones, prioritariamente en el caso de las familias pobres y vulnerables, aunque no solo en ellas.

Permítanme una breve reseña sobre la abuela por la que puedo dar fe: Vicenta Fernández Calderón, nacida en el siglo XIX (1891), estudió escasos años de la primaria, se casó a los 15 años (costumbre de la época) y tuvo una sola hija; vivía en una hacienda cañera al norte de Lima, era una persona sencilla, común y corriente, regían su vida principios éticos, valores, y tenía los conceptos muy claros. Debido a su acendrado espíritu religioso seguía el pensamiento de San Francisco de Asís y los ritos y preceptos de la Iglesia Católica. Era una persona muy querida y respetada en el pueblo, madrina de muchos, que acudían a ella como si fuera una jueza en controversias familiares o de vecinos. Tenía un claro sentido de la verdad y la justicia, se preocupaba por los ancianos enfermos, los presos y los niños abandonados, tarea que preconizaba la orden terciaria franciscana.

Su carácter firme y tenaz, le ocasionó problemas con el administrador de la hacienda, cuando acompañaba a algún trabajador en un reclamo justo (lejanamente recuerdo el comentario de testigos sobre la forma en que ella inteligentemente manejaba situaciones difíciles). Quedó viuda muy joven, pero no volvió a casarse; era ama de casa, trabajaba como modista, pero organizaba muy bien su tiempo para atender a sus nietos: mi hermano menor, yo y un ahijado huérfano, y para cumplir los compromisos con la población. Acompañaba nuestros juegos en casa, donde jugábamos “a la familia” y a la preparación de la “comidita”. Me dejaba jugar con los amigos de mi hermano en el patio, al yax, la soga, el trompo, la rayuela, etc.; nos enseñó lo necesario de cocina y lavado de ropa, decía que para que no vayamos a morir de hambre y andemos limpios. Aprendimos a ahorrar con ella la “paga” por pequeños trabajos en el jardín o encargos que nos hacía durante las vacaciones. Nunca recibimos castigo corporal, cuando cometíamos alguna falta, la sanción era privarnos de lo que más nos gustaba. Me pregunto: ¿era una abuela que pensaba diferente a sus coetáneas? ¿Era, como se dice “de avanzada”? Si estuviera viva en estos tiempos, ¿sería condenada como "abuela terrorista" por pensar y actuar de manera diferente? No lo sé. Lo que me queda claro es que era creativa e innovadora, se dedicó a su familia y a su pueblo de manera solidaria, abogando siempre por lo justo.

Como ella, muchos miles de abuelas peruanas han cumplido y cumplen un rol fundamental en nuestra sociedad. Por ejemplo, ellas en ausencia de los padres asumieron grandes responsabilidades cuando el Perú quedó devastado por la guerra del Pacífico, igual durante y después de la guerra interna y hoy, con la pandemia de coronavirus se están haciendo cargo de los menores y hasta de los pequeños vecinos. Es un gran gesto de solidaridad y fraternidad. Esto no solo está sucediendo con los hogares pobres, sino también en otros niveles sociales.

Debo agradecer el haber sido criada y educada por mi abuela, que ha hecho de mí una ciudadana comprometida con el desarrollo del país. Como militante laica de la Iglesia Católica rechazo todo intento de utilización en nombre de la Patria y de la religión, por personas inescrupulosas, impulsadas por intereses personales y no por el bien común del Perú.

Somos un país con dignidad defendámosla y no nos dejemos atropellar.